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Más vale creerle a Donald Trump sobre sus planes
Hay que creerle a Donald Trump. Esa es la advertencia de medios de comunicación como The New York Times y de analistas que pronostican el daño a la democracia que significaría el triunfo electoral del magnate.
En noviembre, la decisión electoral trascenderá a los Estados Unidos, como es habitual, pero con una intensidad más profunda.
Quizá con candor, con ingenuidad, hay sectores que son reacios en la asimilación de los quebrantos que causa el nacional populismo.
Están los que sostienen que las cosas no pueden ser tan malas, que el poder terminará por moderarlos o que de ello se encargará la realidad misma.
Otros más, están envueltos en la narrativa de los buenos y los malos, el pueblo y los potentados, esa división que tato reditúa a personajes como Trump, que logran establecer una narrativa que se alimenta de agravios y desigualdades.
Pero los populistas no cambian, nunca es así, y las señales suelen ser bastante claras, aunque se tienda a subestimarlas.
Hace cuatro años, Trump intentó impedir la rendición de protesta de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos. Una turba irrumpió en el Capitolio y mostró el peor de los rostros de los partidarios del republicano.
Este fin de semana realizó un encuentro de Trump con sus partidarios en el Madison Square Garden, en el que imperaron los mensajes racistas, en particular contra los puertorriqueños.
La política es rito, y por ello sería absurdo no reparar en que el escenario para mostrar los rasgos más evidentes de su radicalidad, ya que ahí mismo, pero el 20 de febrero de 1939, se realizó una congregación de nazis.
En aquella ocasión, Fritz Kuhn, líder de la German America Bund dijo: “nosotros, con ideas estadounidenses, exigimos que nuestro gobierno regrese a los esatadounideses que lo fundaron.”
Y añadió que su aspiración era “por un Estados Unidos justo, dirigido por blancos y gentiles”.
Al respecto hay un breve documental, “A night at the Garden” de apenas unos minutos, dirigido por Marshall Curry que es estremecedor. Banderas nazis en el escenario más emblemático de New York.
Trump está muy lejos de ser un juego o una casualidad, es en todo caso un síntoma de acechanzas a la democracia liberal.
En The New York Times se publicó, a plana entera: “Trump dice que perseguirá a sus enemigos, ordenará deportaciones masivas, utilizará soldados contra ciudadanos, abandonará aliados y jugará a la política con desastres.” Hay que creerle.
Paul Krugman escribió, hace nos días, que “se están autoengañando a sí mismos. Trump y muchos de quienes le rodean son hipersensibles a las críticas y, si gana, se puede esperar que castiguen a las críticas, sean de quienes sean, y exijan afirmaciones de lealtad en todos los ámbitos”.
Un viento helado está soplando, ojalá, Kamala Harris, pueda contrarrestarlo.
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Julián Andrade
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