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Deadline: ¡Gracias Fernando! Los Tres Días en San Diego
Por más de 20 años soñé con entrevistar a Fernando Valenzuela, el ídolo de mi niñez y por quien me desvelaba a los 9 años de edad en 1981 viendo los encuentros hasta tarde por Televisa.
Soy esa generación de Los Años Maravillosos a la que no le quedaba de otra que ver las transmisiones que la empresa de los Azcárraga nos daba por televisión, “forzándonos” a irle los Vaqueros de Dallas, a los Dodgers de Los Ángeles y al América.
El martes por la noche Fernando Valenzuela, el mejor pitcher mexicano de todos los tiempos, partió al lado del Eterno y desde ahora jugará en el Campo de Los Sueños al lado de los grandes de todos los tiempos.
Con Fernando se van los mejores recuerdos de nuestra generación, pues fue quien transformó el beisbol de las Grandes Ligas, al convertirse en el fenómeno más grande desde Babe Ruth.
La influencia que Valenzuela marcó con la “Fernandomanía” logró llevar el marketing deportivo a una nueva era. Fernando fue el moderno Cristóbal Colón e hizo que el beisbol de la Gran Carpa se transformara y lo hiciera global, en una época donde las redes sociales no existían.
Fernando logró que muchos niños de los ochenta y que hoy somos adultos, que tomamos decisiones y que sostenemos la economía de México, se ilusionaran con sus victorias y ansiáramos verlo lanzar cada cinco días.
Yo crecí en Toluca, donde en los años ochenta no se jugaba mucho el beisbol. Lo hacíamos los que veníamos del Norte del país o éramos hijos de padres norteños organizados en ligas para sus hijos.
Comencé a jugar al beisbol en 1981 justo en el boom de la Liga Matlazinca en Toluca. Tenía nueve años y jugué en dos equipos como receptor: Los Pitufos de la Colonia Electricista y los Campesinos de la Colonia Sánchez Colín.
Nuestra inspiración era ver a Fernando y aprender a través de la televisión, en mi caso de Steve Yeaguer o Mike Sciocia, a quien Tom Lasorda ponía en la receptoría cuando Fernando iba a la lomita.
Secretamente en mi interior crecía y crecía el espíritu por saber más y más del beisbol de Grandes Ligas, pero sólo podía leer acerca de éste en dos medios: El Esto y Automundo Deportivo, los medios que mejor cubrían la MLB y la NFL.
Me volví adicto a Fernando Valenzuela y era el niño y joven que más sabía de deportes entre mis amigos y así poco a poco me fui involucrando en el mundo de la información deportiva, hasta de manera natural, comenzar una carrera de reportero deportivo desde 1990, cuando participé como voluntario en los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en México.
Mi camino como reportero me llevo a obtener mi primer contrato oficial en 1994 en El Imparcial de Hermosillo, donde tuve la oportunidad de ver lanzar a Valenzuela con los Mayos de Navojoa cuando iban de gira a jugar con “nuestros” Naranjeros de Hermosillo.
Habían pasado 13 años desde que lo veía en mi televisión en Toluca y ahora de 1994 a 1997 lo tenía ahí frente a mi. Cuando intenté entrevistarlo me dijo que no y con ello rompió las ilusiones de un reportero novato, que lo admiró siempre. Me trató mal en realidad. Y para ser sincero nunca quise entrevistarlo más.
Sin embargo, cuando los editores de la sección deportiva de El Imparcial me mandaban a cubrirlo, yo prefería entrevistar a los jugadores de los Naranjeros. Alguna vez recibí una orden imperativa de hablar con Valenzuela, así que lo volví a intentar.
La respuesta volvió a ser no. Quizá más tarde al terminar el juego.
En 1997, cuando Fernando fue contratado por los Naranjeros de Hermosillo de la Liga Mexicana del Pacífico, yo ya estaba trabajando como editor de fotografía y más tarde como gerente de fotografía del periódico Reforma en la Ciudad de México.
Así pasaron los años y me tocó ver de lejos el retiro del lanzador que fue mi primer gran ídolo deportivo y en el año 2005 trabajé asignado a la cobertura de las Grandes Ligas con base en San Diego, California.
Ahí me reencontré con Fernando, que por ese entonces era el analista de la radio oficial de los Padres de San Diego, equipo con el que jugó al final de su carrera durante dos años.
Hacia mancuerna con el cronista sinaloense Juan Ávila, con quien llevaban las crónicas y los análisis de los partidos en español, para mi era fascinante verlo cada día y cada noche durante el arranque de la temporada.
Poco a poco comencé a adaptarme a la cobertura y comencé a llegar muy temprano al Petco Park y descubrí que Fernando siempre llegaba alrededor de la una de la tarde para prepararse bien para el juego en turno.
Sin quererlo comenzamos a coincidir en el comedor de la Sala de Prensa sin nadie alrededor y un buen día él se acercó y me preguntó quién era, porque le llamaba la atención lo temprano que llegaba al estadio.
Le dije que trabajaba para una Agencia de mi propiedad que se llamaba SPORT PRESS MÉXICO, cuya fortaleza era darle información de los jugadores mexicanos a los principales diarios de los estados en México, entre los que se encontraban E Mexicano de Tijuana, El Imparcial de Hermosillo, El Debate de Sinaloa, El Informador de Guadalajara, Los Siglos de Torreón y de Durango, El Dictamen de Veracruz y El Diario de Yucatán.
Fue cuando mencioné al principal periódico yucateco, que sonrío y me dijo que ahí tenía un gran amigo que era el editor de la sección deportiva.
-Lo sé-, le dije, -Su nombre es Don Gaspar López.
-Lo conoces?, me preguntó, -por supuesto! Ha sido mi editor durante algunos años.
A partir de ahí Fernando comenzó a tomarme confianza en esa charla y platicamos de su paso por el equipo de Yucatán, antes de llegar a ser la figura en los Dodgers de Los Ángeles.
Ese día comimos juntos y disfrutamos una buena charla de alrededor de dos horas.
Al día siguiente llegó y me volvió a encontrar. Conversamos un poco más y de él salió algo que nunca imaginé, pero que había esperado toda mi vida.
-Y tú no quieres entrevistarme? -dijo con tono afable.
-He querido entrevistarte desde que era un niño-, tú fuiste la razón por la que me hice periodista deportivo, pero en tu paso hace once años por Navojoa y Hermosillo, en dos ocasiones me negaste la posibilidad de entrevistarte-, le hice saber.
Fernando me miró sorprendido, pero ya con la madurez del retiro y la edad, no me juzgó por mi atrevido comentario, al contrario, se sorprendió cuando le platiqué como en las noches en los años ochenta yo retaba la autoridad de mis padres y miraba la televisión prendida con el volumen más bajo, mientras todos dormían, para ver los resúmenes de sus encuentros.
Fernando conversó conmigo de esas experiencias y le conté que yo era si seguidor y me tocó ver como salió en el partido inaugural en lugar del rubio Jerry Reuss, el momento que cambió su vida, pero también la mía y la de millones de mexicanos.
-Vente mañana a la misma hora que llegas siempre-, me pidió.
-Mañana vamos a darte esa entrevista que llevas esperando desde 1981-, aseguró.
Al día siguiente, recuerdo que llegamos, platicamos un poquito antes de encender la grabadora y después de unos pocos minutos, iniciamos la entrevista. Durante tres horas hablamos de todo, menos de beisbol. Ahí supe que le gustaba el futbol, que le iba al Cruz Azul y que admiraba sobremanera a Hugo Sánchez.
Platicamos de sus hijos, de Fernando, que por ese entonces estaba en las sucursales de los Padres, pero más que de beisbol, hablamos de su amor por su familia. De lo buena administradora que era Linda, su esposa, de como era ella quien se aseguraba de que los recursos financieros que obtuvo en su carrera profesional, fueran los necesarios para vivir su vejez.
Después de tres horas, ambos teníamos que ir a trabajar, pero me pidió que si podíamos platicar al siguiente día otra vez, porque, me aseguró, se había sentido muy cómodo.
Al día siguiente llegamos ambos puntuales y comenzamos a platicar, ahora sí, de beisbol, de su historia, de sus sueños cumplidos, de su mejor momento cuando ganó el juego tres de la Serie Mundial de 1981 contra los Yanquis de Nueva York, pero también de su Juego Sin Hit Ni Carrera.
Tardamos otras tres horas y la conversación fluyó y fluyó, hasta que ambos tuvimos que irnos a nuestras respectivas tareas, no sin antes invitarme de nueva cuenta a charlar por tercer día consecutivo 24 horas más tarde.
Y así fue, en esa tercera ocasión platicamos de política, de su vida en los Estados Unidos, del por qué ya no volvió a vivir en México y de temas políticos, entre muchas otras cosas.
Fernando era un hombre sencillo, que en algún momento de su vida me negó un par de entrevistas quizá por la tensión previa a los partidos que iba a jugar, pero con nueve horas que me regaló durante tres días seguidos, me dejó en claro que para él siempre fue importante atender a los periodistas.
Fernando me reveló en esa serie de charlas del 2005, que era un hombre bueno, un hombre sencillo, que no tenía cosas raras en su cabeza y que era una buena persona, que disfrutaba mucho ahora en su etapa como comentarista, y que vivía sin complicarse la vida.
Fernando se ha ido. Después de esos tres días en San Diego lo volví a ver una semana después en el Dodger Stadium donde los Padres fueron a jugar contra los Dodgers.
Estando en el palco de prensa Fernando se acercó a mi para darme una palmada en la espalda y asegurarse que yo jamás en mi vida sintiera que él había de manera intencional haberme hecho sentir mal por no haberme dado esas entrevistas entre 1994 y 1996 en el Héctor Espino de Hermosillo.
Hoy Fernando Valenzuela, mi ídolo primero en el deporte, ha sido llamado a descansar. Entiendo que a pesar de su enfermedad hepática pudo y tuvo tiempo para despedirse de sus seres amados.
Fernando se fue en paz! Fernando cerró el último inning de su vida de laa forma en que siempre se condujo: Sin escándalos, seguro de lo que llevaba en su brazo zurdo, templado ante las dificultades, enfocado en el siguiente lanzamiento y lleno de amor para su hermosa familia.
Cuando cierro mis ojos veo ese niño que veía los encuentros y al gran titán ponchando en el Juego de Estrellas a los mejores de ese momento, ponchando a los mejores en una serie mundial, pegando jonrones como pitcher bateador.
Cuando cierro mis ojos año la felicidad que nos regaló Fernando con sus triunfos y año esos tres días a su lado en San Diego. Fernando terminó el partido de su vida. Fernando Descansa ya.
*Víctor Hugo Arteaga es ganador del Premio Nacional de Periodismo 2016 por el reportaje de investigación Las Empresas Fantasma de Javier Duarte, el exgobernador que se encuentra preso gracias a ese trabajo.
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