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Cómo Trump conquistó 2024 y cómo Harris perdió: una lección de marketing político
El éxito de Trump en 2024 no se construyó únicamente sobre su base tradicional, sino en una estrategia de segmentación de mercado impecable. El equipo republicano entendió que los votantes ya no son un bloque monolítico, sino consumidores políticos con intereses y emociones específicas.
Datos al servicio de la emoción
La campaña de Trump utilizó el análisis de datos para identificar las preocupaciones clave de diferentes segmentos demográficos. En lugar de abordar a los votantes con discursos generales, se personalizaron mensajes que apelaron directamente a sus frustraciones y aspiraciones. La inflación, la inmigración y el sentimiento de desconexión social entre los hombres jóvenes se convirtieron en ejes clave de comunicación.
Uso disruptivo de nuevos canales
Trump redefinió la narrativa política al enfocarse en plataformas poco convencionales para la política tradicional. Con la asesoría de su hijo menor, Barron Trump, su equipo priorizó a los grandes influenciadores del mundo del podcasting y el entretenimiento digital. Aparecer en programas como The Joe Rogan Experience y Bussin’ With The Boys no solo amplificó su alcance, sino que posicionó a Trump como un candidato accesible y “en sintonía” con las audiencias jóvenes. “Estábamos apuntando a lugares donde los demócratas no estaban,” confesó un asesor de la campaña. “Mientras Harris intentaba proteger su imagen en los medios tradicionales, nosotros ya estábamos en la cabeza de millones de votantes jóvenes a través de sus influencers favoritos.”
El marketing cauteloso que frenó a Harris
Por el contrario, la campaña de Kamala Harris mostró las debilidades de una estrategia política demasiado conservadora en un mercado electoral que demanda audacia.
1. Evitar riesgos le costó relevancia
Un ejemplo emblemático fue la decisión de la campaña de Harris de no aceptar la invitación de Joe Rogan para aparecer en su podcast. Joe Rogan es un comediante, presentador de podcasts y comentarista estadounidense que ha ganado relevancia global como el creador y anfitrión de The Joe Rogan Experience, uno de los podcasts más populares del mundo. Su programa atrae a millones de oyentes cada episodio, alcanzando un público diverso, especialmente entre hombres jóvenes y votantes independientes, dos segmentos críticos en las elecciones de 2024. Aunque sus asesores temían un posible daño a su imagen, esta decisión simbolizó una desconexión con los votantes indecisos. Al rechazar el espacio, Harris perdió la oportunidad de hablar directamente con un público que se encontraba en la periferia de su alcance.
2. Falta de coherencia en el mensaje
Mientras Harris trataba de consolidar su imagen como la opción para el progreso y la inclusión, su equipo no logró unificar el mensaje detrás de su campaña. Las críticas hacia los millonarios, por ejemplo, chocaron con su intento de atraer a republicanos anti-Trump como Mark Cuban. Además, el exceso de control ejercido por los asesores cercanos a Biden privó a Harris de una voz auténtica que pudiera resonar con los votantes. “Cuando intentas complacer a todos, terminas hablando con nadie,” resumió un estratega cercano a la campaña demócrata.
Un storytelling adaptado a las emociones del momento
Trump y su equipo no solo vendieron políticas, vendieron una narrativa. La campaña entendió que en la política moderna, el storytelling es más poderoso que las propuestas.
1. De político a héroe popular
El equipo republicano reforzó la imagen de Trump como un “líder indomable”. Sus procesos judiciales y hasta intentos de atentado fueron reconfigurados como episodios que alimentaron la percepción de Trump como una figura heroica, enfrentándose al sistema. Cada revés fue contado como una victoria, transformando crisis en momentos de empatía y conexión emocional con sus seguidores.
2. Momentos virales cuidadosamente orquestados
Desde su aparición trabajando en el autoservicio de un McDonald’s hasta sus comentarios disruptivos en los debates, Trump dominó la conversación mediática con acciones diseñadas para ser virales. Estas no eran ocurrencias espontáneas, sino movimientos cuidadosamente calculados para mantenerse en el centro de la narrativa. “Sabíamos que en un mundo de atención fragmentada, quien controla los memes controla la conversación,” explicó un asesor.
El costo de no evolucionar en el marketing político
En contraste, Harris y su equipo subestimaron el impacto de las emociones en la estrategia de marketing político. La falta de audacia en su narrativa, combinada con su ausencia en espacios disruptivos como el mundo del podcasting, dejó su campaña sin los momentos memorables que capturan la imaginación de los votantes.
1. Dependencia excesiva de medios tradicionales
Harris priorizó la televisión y los medios impresos, herramientas eficaces pero insuficientes en un ecosistema político cada vez más digital. Aunque sus anuncios televisivos funcionaron bien en pruebas, su alcance no igualó la viralidad de las apariciones de Trump en plataformas como YouTube y redes sociales.
2. Una marca política sin diferenciación
Mientras Trump se posicionó como un outsider que todavía desafía al sistema, Harris quedó atrapada en la narrativa de continuidad con una administración poco popular. Su incapacidad para distanciarse de Biden y definir un mensaje propio debilitó su marca política.
Lecciones para el futuro del marketing político
Las elecciones de 2024 dejaron una lección contundente para las campañas del futuro: los votantes son consumidores de ideas, emociones y narrativas. En un mundo saturado de información, destacar requiere audacia, autenticidad y una comunicación multicanal que resuene a nivel emocional.
1. Las campañas son productos
Como en cualquier estrategia de marketing, las campañas exitosas identifican a su cliente objetivo, entienden sus necesidades y les ofrecen soluciones claras en un empaque atractivo. Trump entendió esto; Harris no.
2. Viralidad sobre perfección
En la era digital, no se trata de ser impecable, sino de ser memorable. Las acciones que capturan la atención —aunque sean controversiales— dominan la conversación.
3. Autenticidad como arma principal
El público reconoce y premia la autenticidad. Trump, con todo y sus defectos, proyectó una imagen genuina que conectó con millones. Harris, limitada por una estrategia cuidadosamente diseñada, perdió esa conexión.
Mientras Trump celebra su regreso a la Casa Blanca, la gran lección de estas elecciones es clara: en el marketing político, la conexión emocional y la narrativa auténtica superan cualquier estrategia convencional.
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Cesar Enríquez Morán
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